reflexión

El papá que no descanza

Recientemente fue mi cumpleaños, un día que otros hacen tan especial para mí, eso me hizo inevitablemente reflexionar un poco sobre el siguiente día especial del mes: el día del padre.

Mi padre, para los que no saben, es un hombre extraordinario. Además de tener las reservas de energía física y psicológica más grandes de entre todos mis conocidos, es un hombre que logra de manera natural cosas que a mí me representan un esfuerzo consciente y constante. Su fuerza, su perseverancia y su capacidad para superar los obstáculos son una fuente de inspiración para mí.

La historia, en realidad, empieza mucho, mucho más atrás.

Era el año 1994, un día de junio, y a mí se me daba por nacer a horas no laborales. No recuerdo el color exacto en los ojos de la primera mirada que me dio mi padre, pero me lo puedo imaginar cargado de amor, emoción y una firme determinación.

“Mientras tenga fuerzas para trabajar, a mi hijo no le faltará nada”, no estoy seguro de las palabras exactas; sin embargo, sé que hubo una promesa, más que dirigida a un tercero, para con él mismo. Y desde aquel día, y durante toda mi vida, no he visto a mi padre descansar.

Lo he visto envejecer, de eso no hay duda. No sería honesto si dijera que mi padre no ha cambiado en nada desde aquel día de la promesa. Han transcurrido casi treinta años desde entonces, tres décadas llenas de vida, experiencias y aprendizaje.

He tenido una vida maravillosa a su lado, mi infancia estuvo llena de momentos especiales, paseos, logros, errores convertidos en lecciones y aciertos celebrados con alegría. Y mi padre estuvo conmigo a cada paso. Dejándome equivocarme cuando era necesario, aconsejándome cuando era el momento, y celebrando conmigo cuando las cosas salían bien.

No podría quejarme aunque quisiera, un servicio de paternidad 10 de 10.

Mi padre estuvo ahí para mí, como padre, como amigo, como confidente, como compañero de juegos. Siempre disponible, siempre con energías. Hoy que soy adulto, y ahora que lo pienso, no me puedo ni comenzar a imaginar lo cansado que debe de haber estado, había días con jornadas laborales que pasaban las doce horas, y, aun así, llegaba y tenía energía y buen humor para un niño que no siempre se portaba bien.

También ha estado para mí como maestro, toda mi bendita infancia, enseñándome a pensar como alguien que usa su cerebro. Enseñándome que las rabietas tienen consecuencias, y que uno debe dar la cara incluso cuando se equivoca y sabe que las consecuencias no le gustarán. Quizás algún día les cuente algunas anécdotas. Él sabe de lo que estoy hablando.

Luego crecí, no siempre a la par en tamaño y madurez, no siempre bajo control. Pero él estuvo ahí en cada etapa, dejándome ser, cuidándome sin que me diera cuenta.

Los años no pasan en vano, ha trabajado sin descanso para que yo pueda hacer cosas que él no pudo, siempre con grandes expectativas de mí, pero nunca cargándome con ellas.

Más anécdotas en el camino, más historias que contar, fui a la universidad, trabajé, emprendí, me casé, estuve lejos y también estuve cerca. Ha sido un camino largo y a veces cansado, y, aun así, nunca lo he visto descansar, nunca me ha dicho que no tiene tiempo cuando lo necesito.

Mi padre es un hombre que nunca ha dejado de asombrarme, ni un solo día. Su vida llena de trabajo, es la prueba de un amor más grande, uno que se traduce en acciones y no solo en palabras. Más allá del “yo por mis hijos haría lo que sea”, es un hombre que cerró la boca e hizo por sus hijos lo que sea.

Miro atrás y me doy cuenta de que mi padre es una presencia siempre presente que me ha guiado, me ha apoyado y me ha amado incondicionalmente. Este hombre de energía inagotable, de sabiduría apacible, de espíritu inquebrantable, que nunca ha dejado de ser mi héroe. Un hombre que ha vivido con la convicción de que el esfuerzo y la perseverancia siempre conducen al éxito, que ha demostrado que el amor es la fuerza más poderosa de todas, y que ha trabajado incansablemente para que su familia nunca carezca de nada.

Mi corazón se llena de gratitud por este hombre extraordinario que me ha dado más de lo que jamás podré agradecer. Mi padre, mi héroe, mi mentor, mi amigo. El hombre que ha sido mi guía y mi apoyo, que me ha enseñado el valor del trabajo duro y la importancia de seguir adelante, sin importar los obstáculos.

La admiración y el amor que siento por él me llenan de una emoción intensa, tan intensa que parece trascender las palabras que me esfuerzo por escribir. Una emoción que resuena con cada latido de mi corazón, con cada tecla que presiono, con cada aliento que tomo, con cada pensamiento que tengo.

Feliz día, pa.